Y es que en el silencio
también encontramos perdón y sabiduría;
y más con el advenimiento de la edad
de los otoños y los inviernos.
Porque, al acumularse los años,
se descubre lo hermosas que son las almas
y se comprende lo perniciosas
que le son la indiferencia y la vanidad.
Se aprende,
pese a nuestras imperfecciones,
que somos criaturas cósmicas llamadas
a desprendernos - casi imperceptiblemente -
de huellas, apegos, virtudes y errores.
de huellas, apegos, virtudes y errores.
Se acepta, con humildad,
que tarde o temprano
trascenderemos los horizontes
que nos imponen las murallas
de nuestras humanas limitaciones.
Y por fin comprendemos,
en el silencio sabio que florece
a medida que los años pasan:
¡Lo efímera que es la existencia
y lo perversos e inútiles que le son
el egoísmo, el odio y la soberbia...!