I
No temas.
Dame tu
mano
y camina
conmigo.
Nuestro
horizonte,
no tan
lejano,
nos está
por alcanzar.
No temo.
Toma mi
mano
y llévame
contigo.
Porque, en nuestras sendas,
aún
hay árboles
que haremos
florecer.
II
Y no
callemos.
Recuerda
que las palabras
no son
mariposas al viento.
Son
nuestros puentes
construidos
con el ladrillo y el acero
del amor,
la razón, la duda y las lágrimas.
Y no
olvidemos.
Tenemos
nuestras miradas
que no son
efímeras.
Son surcos
gestados por años
que por fin
son libres
de reclamos e hipocresías.
¡No hay
nada
que hoy se
pueda reprochar!
III
Y confieso
mi consciencia en paz
por aquello
que, por egoísmo,
no hice o
dije cuando tus silencios
perdonaban
mis desvaríos.
¡Y es que
así
- a lo largo de los años -
me redimiste de lo vano,
de lo vacío
y lo mezquino!
Caminemos,
ya sin temores,
tomados de
la mano
y sin
urgencias ni misterios.
Como dos
seres
que han trascendido
lo común y
lo universal.
¡Juntos esperando la eternidad!
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