Los átomos de carbono, insertos en el ADN de toda manifestación de
vida en este planeta, fueron sintetizados en el corazón ardiente de
gigantes estrellas primigenias que desaparecieron, en gigantezcas supernovas, antes de que naciera
nuestra estrella madre.
El proceso se ha venido repitiendo a
escala cósmica desde el momento posterior a que el primer rayo de luz alumbrara un
universo recién nacido, profundamente obscuro, lleno de hidrógeno y helio, sumamente ardiente
aún y en expansión desenfrenada, hará ya unos 13.8 mil millones de años.
Un proceso que nuestra inteligencia y asombro ha ido descifrando a lo largo de toda
nuestra historia, y que nos ha llevado a comprender que el mismo obedece
a leyes físicas inmutables y exactas - tanto de la gravedad como en sus niveles
cuánticos - así como a la ley inmisericorde del monolítico ciclo
vital cósmico: nacimiento, secuencia principal, decadencia y muerte.
Esta perfección con la que funciona nuestro universo, me ha llevado a
preguntarme ¿Cómo poder entender esta extraordinaria
creación si solo aceptamos la casualidad o el azar como el hecho generador único?
¡La respuesta, más allá del sobrecogedor asombro que nos causa observar
tanta grandiosidad y belleza, hay que buscarla en cada uno de nosotros mismos porque, incuestionablemente, somos seres hechos de polvo de estrellas y herederos y poseedores del espíritu de esta infinita consciencia universal!
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