Un hilo de sol,
tenue y travieso,
se ha colado por el ventanal
siempre complice y silencioso.
Tu imagen desnuda y etérea
amanece incitadora,
suavemente iluminada
por la penumbra matinal.
A través de tus sedas
cómplices y seductoras,
se insinúa tu ternura
plena de verbo y pasión.
Y te siento libre y eterna
al abrazo del deseo;
y ante esta entrega irremediable
a la concavidad de nuestra unión.
En este amanecer otoñal
seguimos esculpiendo
memorias al agua y al fuego
y a lo sublime de la piel...
y a lo sublime de la piel...
¡... y del alma...!
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