I
En barcaza,
guiada por cisnes,
navegó desde los umbrales
del universo
hasta estos confines
preñados de soles y mentas.
De nombre impronunciable
que desde las honduras
reclama la muerte,
siempre oportuna aliada
de aquellos que temen.
La barcaza
ha sido forjada al son
del río interminable y profundo.
Su sendero nació
con los amaneceres del tiempo,
y su destino no conoce
de fríos ni silencios crepusculares.
Y con ella llegó la dama
de la aguda semblanza,
que ha sido a nuestra especie
su luz, su arma, su coraza y esperanza.
Algunos elegidos
han querido interpretar los signos,
pero, en todo este simbolismo,
la última palabra
aún no ha sido dicha ni escrita:
¿Existe, acaso, alguna forma
de definir, de la vida, su libertad?
II
Escucha atento
peregrino infatigable,
la lectura sencilla
de esta humilde lección;
la misma que han cantado
los trigales salvajes
y los ruiseñores melodiosos.
III
La barcaza
simboliza la creación.
Los cisnes la humanidad,
unida irremediablemente
a su génesis umbilical.
Los soles y mentas
sus victorias y fracasos,
sus alegrías y tristezas.
El nombre impronunciable,
que algún día será libertador,
es el espíritu indomable
que nos guía hacia
el conocimiento y la sabiduría;
dos palabras temidas y odiadas
en los oídos
de fanatismos y tiranías.
El río interminable y profundo
es el indetenible curso de la historia,
aquella que no conoce de umbrales
ni de anocheceres.
La dama de aguda semblanza,
de luz, arma, coraza y esperanza,
es la fe inquebrantable
que hemos de tener
en nuestra resiliencia y la razón.
IV
Recoge estos pétalos
de las rosas cardinales,
porque habrán huracanes
que desviarán la nave
de su manifiesto destino,
encallando en playas
de mares ignotos
y faunas distintas.
Habrán momentos de agonía
que parecerán eternos,
pero en esa incertidumbre
reside la absoluta certeza
de que el timón y las velas,
después de lamer los tirones,
encauzarán la humana proa
hacia el amanecer del olimpo,
y hacia la cristalina aurora
de las constelaciones y la libertad.
Mario Franceschi
San José, Costa Rica.