I
insondables y obscuros de la incertidumbre.
Y dejé mis manos libres,
buscando anclas donde encallar
el rebelde espíritu de mi arrogancia.
II
Toqué la piel de lo maligno
y sentí en la profundidad de sus besos
el seductor terror de su poder.
Acaricié los cuerpos del pecado
y disfruté de su prohibición.
Y viajé en sus altares eróticos
hasta las infinitas alturas
de los placeres y los desenfrenos.
mi piel y mi cuerpo todo
se ataron, dóciles y abandonados,
a su irresistible imperio.
III
Y dejé mi tiempo rodar por los abismos
insondables y obscuros de la incertidumbre.
IV
Inerme.
Solo.
Derrotado.
Con mis miradas vacías,
tristes y torpes,
buscando en los recuerdos
la luz de los faros
y las charcas cristalinas
del amanecer…
V
Y vino tu voz,
dulce e imponente,
a iluminar mi conciencia.
Y vino tu imagen,
trascendental y eterna,
a recordarme mis creencias.
mi piel, mi cuerpo,
mi alma y mi eternidad toda
se convirtieron en campos de feroz batalla:
Entre tú y mi dictador.
Entre tu salvación y mi condena.
Entre tu esperanza y mi olvido.
Entre tu amor y mi desolación.
Entre mi fe y mi calvario.
VI
Y dejé mi tiempo rodar por los abismos
Insondables y obscuros de la incertidumbre.
con tus palabras,
con tu fuerza
y en tus brazos
encontré mi redención…
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