Yaces a mi lado
como escultura eternizada
en el tiempo y en el silencio.
Pero te veo, solitario,
con ojos desconocidos.
Te conozco, lo sé,
pero siento que
ya no eres la misma.
Y que yo
ya no soy aquel
que tanto te ha amado.
Y que estoy a tu lado,
como tu indigente,
agobiado de esperas,
de soledades y rutinas.
¡Afuera la lluvia acaricia las palmeras
mientras en nuestra habitación
somos dos extraños que disimulan su hastío!
Y pienso que ya no soy
reflejo en tus miradas;
y que tú ya no eres compañía
para esta alma atormentada.
Que ya no me escuchas
y que yo tampoco atiendo
tus anhelos que piden y no dan.
Se que estás a mi lado
y que aún yaces
desnuda junto a mí.
Y que siguen siendo bellas
tus colinas y tus noches.
Pero…
Te siento y me siento ausente.
Lleno de olvido
por este amor de años y milagros.
Y pienso,
entre esta lejanía y cansancio,
que solo somos una caricia seca
que disuelve su naturaleza muerta
en el vacío de nuestra indiferencia.
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