¡No me puedo
callar!
La pena me
agobia
y el clamor
de los que gritan
me
enardece.
¡La Patria
pide mis manos
y yo le
ofrezco hasta el alma!
¡No puedo
callar ante la mentira
y la
ignominia de las sombras!
¡Ante tanta
violación y ultraje
con los que te desgarran!
La mía es la voz
que exige su coro.
La mía es la proclama
que reclama
su templo.
¡El templo más sagrado: la Patria!
La mía es la ira por
la tristeza, la indignación,
el atropello y el abandono
que embarga
a mi gente.
Por ese sentimiento
de impotencia que nos confunde,
ese saber que en nuestras manos,
corazones y nervios
yacen la justicia y la determinación
para limpiarla de sus vergüenzas.
¡La mía es
el puño que hoy clama
por la forja que limpiará sus cielos...!
¡Ten,
Patria¡
Te entrego
mi obediencia,
mi sudor,
mi pensamiento,
mi honor y hasta mi
sangre
para rescatarte de tanto
ultraje e ignominia
con la que te subyugan...!