Papá:
¡Cuánta tristeza
me embarga
cuando te recuerdo!
Te fuiste un día
y te llevaste las noches
y mi corazón de viento.
Llegaste al final
de todos tus caminos.
Y partiste solo
y en silencio:
sin adioses,
sin lágrimas
y sin miradas
lánguidas y etéreas.
¡No tuvimos
un último instante
para despedirnos...!
¡No hubo perdones
ni palabras de paz!
Simplemente
te fuiste un día
ya lejano de tiempo
y cercano a la memoria;
y te llevaste mi bastón,
mi consuelo, tu sabiduría
y todas mis ausencias.
¡Cuánta tristeza
me embarga
cuando con tu recuerdo,
recuerdo cuanto
este hijo te amaba...!
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