Me quedé absorto
y con la mirada
anclada en la ventana.
Tras ella se dibujaba
un claro-oscuro escenario
que se confundía
con el difuso horizonte.
Una lágrima hiriente
brotó adolorida de mis ojos
y rodó por mis mejillas.
Aquel fue el único adiós
que pude gritarle
antes de que desapareciera
secuestrada por la espesa niebla
que invadía la moribunda tarde.
La ventana lo escondió colgado
en el silencio de sus cristales...
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