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sábado, 17 de marzo de 2018

DESDE ANTES... AUN DESPUES


I
 
Desde antes que una singularidad
empezara vertiginosamente a expandirse,
y que brotase el primer fotón de luz
que alumbró un naciente y oscuro universo.

Aún antes de que cometas y asteroides
inundaran de agua aquella bola de fuego;
y de que una molécula sagrada
diera inicio a la vida en el planeta.
 
De que las aguas originarias
se llenaran de evolución,
de células, algas, trilobites y peces;
y de que los cielos se vistieran
de atmósfera, de auroras boreales
y de nubes panzonas de lluvia.

II

Desde antes que el primer caminante
diera sus tambaleantes pasos
- a la orilla de mares, lagos y ríos primigenios -
y conquistara playas, montañas y praderas.
 
Y que la primera bocanada de aire
o el primer aliento rompieran los silencios,
o que el primer destello de inteligencia
diera primitivo sentido a los instintos.

Desde antes que las extinciones
renovaran las especies y los destinos,
de que una mirada inquisidora
contemplara sorprendida el cielo estrellado,
de que la primeras melodías y pinturas
llenaran de suspiros y oraciones las cavernas;
y de que el primer poeta escribiera
su odas y amores en tablillas de arcilla.

III

Aún antes…

Desde antes que nos nombraran,
de que naciera el primer beso
y que la primera caricia
calmase un corazón afligido.
 
¡Ya, desde todos esos antes, yo te amaba!
 
 
IV
 
 
Y aún después
de que trasciendan las levaduras,
de que un rojo abrazo nos disuelva
en una inevitable agonía estelar,
de que todos los ciclos cesen
y de que todos los tejidos, tiempos, 
espacios y dimensiones
se expandan eternamente 
o se ahoguen en la nada infinitesimal.

Aún después de que todos los misterios
hayan sido resueltos... y olvidados,
del advenimiento del frío absoluto
o de la impenetrable oscuridad apocalíptica.
 
Aún entonces,
y ante el único creador y  testigo
de todos los principios y finales...

¡Yo te seguiré amando!













AUSENCIA


Soy aquel que, 
ante tu ausencia,
te desea a morir.

Aquel que,
abrumado en el destierro,
se ahoga con tus silencios.

Soy aquel, 
hoy inquieto y oscuro,
que espera ansioso tu regreso.

Soy el que,
al escribir este verso,
añora que lo escuches...

¡... y me llames!



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PLAYA BLANCA



Calmada llega la marea
a besar las arenas de esta playa
angosta, quita e incógnita.

Bahía escondida
entre los vigías del pálido litoral
que celosos la cuidan.

Rada aislada
de los vientos mordientes
que soplan desde mar adentro,
azul y profundo.

Al pie de las escuálidas sombras
de almendros y palmeras,
lagartijas y garrobos, aún soñolientos,
vigilantes calientan su sangre fría.

Y afuera, cadenciosos,
se mecen serenos 
los añejos pesqueros
y los botes que esperan.

El sol meridiano
abraza el infinito horizonte,
mientras en el espacio
cabalgan alas verdes
buscando sus nidos.

¡Ni el grito de deidad alguna
quiebra esta embriagante soledad!

En esta playa blanca,
olvidada y complaciente,
me abandono al silencio,
mientras el mundo ausente
sufre con su ensordecedor bullicio.






 







miércoles, 14 de marzo de 2018

FAROLAS DE COLORES


I

Arrecian las llamas ardientes
de mis farolas de colores,
iluminadas en dos esquinas
alumbrando los manglares.

La realidad que me abruma
y la fantasía que me absorbe.
¿Cuál, de ambas, alumbra la cueva
de mis recuerdos y quimeras?

La griega que bifurca
pensamientos y decisiones:

¡Candelas de colores 
que se derriten,
lentas y sumisas, 
frente a mis dudas!

II

Busco en mis ausencias
las calles y solares que reclamo;
anhelando las arenas tibias
y familiares del quieto estero.

Son estos tiempos míos
de granulas, confusiones y desvaríos
por una ciudad porteña que,
con tantos años sumados,
ya ha tiempo que me ha olvidado.

Y es que me acechan aún
- como raudos huérfanos del destino -
abismos idos de amores profanos
y pasiones de malecones cómplices,
mientras se dilatan mis pupilas
prisioneras en mis celdas otoñales.

III

Callado me aferro a la nostalgia
que provocan mis dos farolas de colores.
Y a su llamado cadencioso
que vierte esta vida
- que aún es vida -
en un caldero de emociones.



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sábado, 10 de marzo de 2018

A LA EDAD CORRECTA



Cuando llegaste a mi vida,
con destellos de corazón en tus labios,
se llenó de luces el camino,
apagando las sombras y la espera.


Llegaste a la edad correcta
y en el momento justo.

Y contigo llegaron los poemas eternos
con sus noches de consuelos.
Y las mañanas tibias de verano
con sus besos furtivos en la frente.

Llegaron las brisas y las lejanías,
las lágrimas y las caricias.
Y las sonrisas únicas de horizontes
desafiantes y compartidos.

Llegaste, silenciosa,
a vaciar dudas y llenar lagunas,
a vivir mares de luna llena
y a soñar las velas del destino.

¡Llegaste a la edad correcta,
en el momento justo;
y con el alma desnuda y cristalina
eternizada en tu mirada…!