I
Caminas lento con alma plena
de infinitos.
Con ojos límpidos, cabellos sueltos
y con pasos libres y cadenciosos.
De frente al mar que suavemente
murmura su canción de hipnosis y éxtasis;
mientras el atardecer indolente,
que te acaricia con claroscuros,
se tiñe de pinceladas rojas y naranja.
No sé si llamar tu nombre
o dejarte ir con el silencio,
liberándome de esta cadena erótica
que une mi imaginación y tu certeza.
¡Y dejar morir este ardor
en el altar de tu inocencia!
II
De frente al destino,
y de espaldas al cristal tenue
de mis retinas llenas de nostalgia,
te desvaneces lenta de mi presente,
de mis ayeres, de mis esperas,
de mis angustias y mis anhelos.
Solo te alcanza
- ilusa -
mi sórdida lejanía
al dibujar tu imagen
con desnudo y suave verso.
La despedida ha roto
esta danza adicta entre tú,
mi musa primaveral y serena,
y esta poesía que me agobia.
III
Ya la tarde, que no espera,
te envuelve etérea
con su soplo de misterio y tristeza.
Quedo mudo y absorto
bajo las tenues sombras de los tamarindos,
mientras la luna otoñal asoma su sonrisa
entre pinceladas rojas y naranja:
¡La soledad enésima se anuncia
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