PETALOS DE ROSAS NEGRAS

Aún, a estas alturas de mi vida,
no he dejado esta silenciosa rutina:
caminar solitario las noches
buscando, no se a quien,
por tantas calles sin nombre.

No hay recodos que no conozca
ni esquinas que no recuerde.
No hay candelas en los altares
ni lámparas en los balcones
que no haya, imbuído de ansiedad,
apagado en mis retinas.

Me acompañan imágines fantasmales
que platean, calmadas en las azoteas,
bajo la mirada sórdida de la luna.

Y continúo con mis pasos místicos
arrastrando hilachas en los ruedos,
mientras, protegido por los almendros,
me oculto del filoso frío de la mañana.

¡El despunte tornasol de la aurora
me llena de esperas el alma!

Sé que volveré sobre mis pasos
a caminar esas calles infinitas y anónimas,
para entregarle a esa inesperada musa
- si la encuentro -
estos pétalos cristalinos de mi rosa negra.

LIBERACION

Ahí estaba
callado y absorto 
en mi infinita soledad.

Dejando que cada célula de mi ser
la acariciase una salamera brisa
que cálida bajaba de los olimpos.

Me abrazaba al brillo de las olas
mientras los susurros del sol
los escuchaba con mis ojos en sombras.

Y de repente, casi imperceptiblemente,
una bocanada de sabiduría me inundó el alma
y sacudió todos los cimientos de mi conciencia.

¡El soplo divino que existe en nosotros,
esa llama que tantas veces ultrajamos,
es aquello que llamamos dignidad!

¡Es por ella que merecemos vivir 
y morir luchando por nuestra libertad!

Las luces cristalinas del anochecer
se disipaban lentas y discretas,
mientras los colores del alba

lentamente se anunciaban
en los manglares aferrados a la pleamar.

Mis pasos me regresaban
- inquietos -
a mis desafiantes veredas.

¡Llevaba 

- en la mochila de la vida -
el pesado fardo de mi renacer!