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lunes, 23 de mayo de 2016

LO ABSURDO DE LO COTIDIANO




I

¡El enfermizo ajetreo
que pudre las calles 
de esta ciudad negra!


El rugir enfermo y humoroso
de los motores cansados
de los buses que aceleran.
El piterío metálico de los autos
y el cuchicheo ensordecedor de la gente.

¡No se detienen! ¡Nunca se detienen!

Ni cuando la madrugada ausente
me cae implacable con su insomnio.

¡Único al borde del abismo
en esta mole de cemento y asfalto
ruidosa, insensible y anónima!

II

Las máscaras grises de la luna
las llevo cocidas a los ruedos falsos
de mis pantalones roídos,
mientras mis pisadas furtivas,
embriagadas de noche y escándalo,
se encaminan a tu puerta
esperando que esté abierta.

¡Dadme asilo!

Dadme asilo
para llenar de paz este infinito vacío
y de olvido tanta insufrible ausencia.

¡Soy el que suplica por un amor,
por un suspiro, por un beso y por un nombre 
perdido en la asfixiante neblina de mi pasado.

III

En esta ciudad ruidosa, 
que me engulle y anula,
se respiran anhelos enfermos de lo absurdo,
que aglutinados entre luces frías y neónicas,
exhalan esperas y añoranzas por una caricia
desdoblada en las honduras de un recuerdo.

¡Afuera el ajetreo no se detiene! 
¡Nunca se detiene!

Aunque entre mi silencio y abandono
se siga desdibujando este grito agónico
que me revienta la vida en lo cotidiano.







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sábado, 21 de mayo de 2016

RECLAMO A LA AUSENCIA


Un silencio victimario,
que asesina amores tejidos
a lo largo de incontables encuentros
entre lo furtivo y lo prohibido,
nos ahoga con su inevitable tristeza.
 
Un reclamo altanero y doloroso,
hiriente como la indiferencia,
impregna de soledad toda una vida
que implacable nos condena.

Porque son tantos los años amados
como para que en esta cima de otoño
- cuando se agradece lo pasado -
dejemos que el poco tiempo que falta
se consuma en reproche por lo vivido.