I
4:00 AM
La
carretera
se hacía
interminable.
Viajábamos
silenciosos
bajo un
cielo oscuro preñado de estrellas,
sabiendo
que nuestro destino
estaba
lejos… muy lejos aún.
A la vera
del camino
los
fantasmas se agitaban
tambaleándose
furiosamente
mientras
que, confiados en sus raíces,
lanzaban al
viento indolente
sus
desafiantes aullidos de protesta.
A nuestra
espalda
el amanecer
ya despuntaba
tras las
montañas negras…
II
06:30 AM
Al día
recién nacido,
parido sin
dolor
por las
montañas ahora azules,
lo
saludaban una leve sonrisa lunar,
el quieto
acero del golfo
y los
tenues acantilados
de las
islas soñolientas.
El aire se
inundaba de colores,
de trinos
babélicos,
de aromas a
caña dulce
y a café
chorreado
acompañado
de una gigantesca
tortilla de
queso palmeada.
¡El
amanecer por fin
nos había
alcanzado!
III
13.15 PM
Los maderos
blancos,
vestidos de
un pálido lila,
se
deshojaban impotentes
sobre la
sabana amarilla
y
polvorienta.
Un sol
inclemente de medio día,
del que
huían hasta las sombras,
caía
plomizo y sin tregua
sobre la
indefensa llanura;
mientras
las moles dormidas
de la
volcánica guanacasteca,
atrapaban
las pocas nubes
que vagaban
solitarias
en un cielo
azul cristalino.
¡El día,
vigoroso todavía,
comenzaba a
añejarse con las horas!
IV
17:30 PM
Ya de
regreso
nos atrapó
la tarde-noche con sus ventoleras
y
calenturas de anciana.
La
carretera aún ardiente y pesada,
con su
rectas, curvas y martilleos,
indiferente
nos recordaba en cada recodo
que nuestro
destino
ya no
estaba tan lejos…
¡El día se
nos moría
cargado de
ansiedades…!
V
21:00 PM
Las luces
del valle cegaban las estrellas
y nos
avisaban que,
a nuestra
jornada, le había llegado su final.
Sentíamos
el alivio
de una
brisa refrescante que contrastaba
con la ya
lejana sequedad
de una
frontera cubierta de banderas.
¡El día se
murió,
lenta y
suavemente,
dormido en
nuestros sueños!