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lunes, 12 de marzo de 2012

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He leído varios artículos y comentarios sobre el desafortunado hecho acaecido recientemente en Afganistan, donde un sargento del ejercito de USA, supuestamente perturbado mentalmente, asesino a 16 personas incluidas 9 niños/niñas.

Esta claro que este es un hecho que, sumado a otros como la quema del Corán por soldados estadounidenses y orinar sobre cadáveres de sus enemigos, es condenable y, al mismo tiempo, muy lamentable. No obstante, estos actos de barbarie lo que hacen es confirmar la magnitud de deshumanización que se puede alcanzar durante un conflicto bélico, mas ello no significa que se deban de utilizar por grupúsculos políticos para demonizar la perspectiva de una guerra que ya ha cobrado demasiadas víctimas en todos los bandos.



Mientras algunos, de forma por demás insensata, justifican semejante hecho, otros lo condenan desde una perspectiva espiritual y pacifista y reclaman el fin de una intervención militar que ya hace tiempo perdió legitimidad. Otros, y en especial los sectores de izquierda, utilizan estos hechos como combustible para inflamar las pasiones de sus seguidores y, de paso, decirnos que, en específico, el ejercito de USA es imperialista y barbárico, rehuyendo así de forma hipócrita el verdadero sentido que hay detrás de estos actos: LA BARBARIE DE LA GUERRA y la capacidad del ser humano, bajo presiones severas de estrés bélico y deshumanización debida a la violencia exacerbada, de llegar a las acciones mas condenables e inimaginables durante un conflicto armado.


Todos los ejércitos, desde la antiguedad hasta nuestros días, cometen actos barbáricos en contra de sus enemigos militares y en contra de las poblaciones civiles. Lo hicieron los judíos durante su peregrinación en el desierto después de su éxodo de Egipto, los persas, los griegos, los romanos, los franceses, británicos, soviéticos (durante su invasión precisamente a Afganistan), USA en Vietnam, Alemania durante la II Guerra Mundial, los rusos en las guerras en Chechenia y Georgia. TODOS los ejércitos del mundo han cometido atrocidades pues es debido a nuestra misma naturaleza que somos capaces de las alturas más encumbradas de la moral y la ética, así como de las bajezas más odiosas que se puedan anidar en el corazón del ser humano. Y esto no distingue color ni sabor político ni ideológico...

Lo anterior, por supuesto, no es ninguna justificación ni tampoco una posición antojadiza y acomodadiza, pero si demuestra que politizar de forma burda actos tan lamentables como los acontecidos no solo es falaz sino, definitívamente, hipócrita y falseador de la verdad. Es pura propaganda asquerosa disimulada de intelectualidad y; al mismo tiempo, una muestra irrefutable de la contradicción que existe entre aquellos que clamamos por un humanismo tan necesitado hoy en día y las posiciones a ultranza de una izquierda ya desvanecida en el devenir de la historia y de los fanáticos de ultra-derecha para quienes TODOS son sus enemigos y deben de ser aniquilados. Aprovechar el dolor de un pueblo para condenar ideológica y políticamente un ejercito invasor por actos a todas luces reprochables e imperdonables y, de paso, promulgar odio y llevar agua a los molinos politiqueros de panfleteros trasnochados y pétreos (de derecha e izquierda), es tan insensible y atroz como los actos en sí mismos.

En este preciso momento y en esta precisa disyuntiva histórica es la obligación de la humanidad el reflexionar sobre el irreparable daño que estamos haciendo a nuestra especie. Todos los seres humanos de buena voluntad debemos de juntar nuestras voces no solo para condenar estas desgracias sino para exigir que esta vorágine de violencia, de agresión, de irrespeto por la vida humana, de egoísmo y hedonismo se detenga. Y que se detenga el fanatismo, el ostracismo ideológico de cualquier signo y, por supuesto, el oportunismo político y empresarial que hace del sufrimiento de los demás y de la guerra su justificación existencial. No podemos heredar a las futuras generaciones un mundo donde el odio, las contradicciones, la xenofobia, el racismo, el fanatismo político y religioso sea la norma. Debemos de luchar denodádamente para heredarles un planeta en paz.

¡¡¡¡El no lograrlo sería la única y verdadera TRAGEDIA!!!!


Mario Franceschi

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