I
El tamarindo, los nísperos
y las llovisnas veraniegas dicembrinas
son los cardinales de mi velero
- cuando navega inseguro -
por la nubosa laguna de mi memoria.
Siempre me guían...
no para llegar a mi destino;
sino para no olvidar quien soy.
II
La vida tiene su lenguaje,
no solo palabras.
El mundo tiene su lenguaje,
no solo palabras.
El amor tiene su lenguaje,
no solo palabras.
Las palabras son nuestras,
pero nos imponen sus límites.
El lenguaje es universo
y las palabras su pálido reflejo.
¡Las palabras son cadenas
y el lenguaje… libertad!
III
Noche espesa de marzo
y acá estoy,
solo y preso de mis recuerdos.
¿Alguien con las manos y caricias
que me liberen de este encierro?
IV
Perdida en la inmensa
selva urbana de esta ciudad triste,
el alma sonámbula
deambula por sus veredas.
La larga fila de autos
indiferente se come las horas;
mientras el destino espera
a la sombra de las oscuras farolas.
¡Un halo de alivio
- en el vuelo de un yigüirro -
llena de verde mi parabrisas!
¡He llegado a mi hogar
entre abetos y cipreses!
V
Mi mundo es uno
y en él está mi eternidad.
Vivo en la indiferencia
cuando enfrento
- solo -
la conciencia de un final.
No me pregunto ni el cómo
ni me importa el cuándo.
Solo me importan lo aprendido
y aquello que agradezco y me trasciende.
Pero, y sobre todo,
lo que he entregado
- y lo que me ha sido dado -
con esperanza y amor.