I
¡Nunca olvidé tu mirada!
Pero, solo hasta
este instante cósmico,
la veo y la siento.
Y me abrazo,
desnudo de prejuicios
y desde mis horizontes
de ausencias y lejanías,
a lo que hay más allá
de tus pupilas de miel.
¡Han sido tanto los días
sin eras ni cosechas!
Pero hoy… heme acá
frente a tus espejos cálidos:
¡Mirándonos, tal cual somos,
por primera vez sin pieles mustias!
II
Descubro lo que siempre supe:
que aquello que la vida
- jueza impredecible e implacable -
insistentemente nos negaba;
entre los atardeceres de los años
renacía desde lo perenne
de tu recuerdo y mi retorno.
En ti me veo como esa verdad
construida con luces multicolores.
Las que siempre buscaron
mis esperas y oscuridades.
No hay obsesiones ni pecados,
no hay lucha ni negación.
Y solos, el uno frente al otro,
somos lo que siempre fuimos:
¡Un destino y un amor
que esperaron
hasta que los alcanzó el otoño!
III
¡Sí...!
Te veo y me ves.
Te veo y te siento.
Y por primera vez
nos vemos...
¡con los ojos en el alma!