La marea alta,
esclava de la luna llena,
reposa inmóbil
sobre las arenas blancas
de esta playa primigenia.
Me llama incesante
con su hipnótico murmullo,
mientras me espera
quieta en su insensible calma.
¡Se que debo partir con ella!
Es el destino que
- irremediablemente -
se ha cumplido.
II
Verás que en alguno
de los infinitos recodos del tiempo
- y del hilo cuántico que une la creación -
volveremos a encontrarnos
para reverdecer amores y adioses.
¡Espero que sí!
Pero, ante este inevitable trance,
debo embarcar con el corazón libre,
equipaje desnudo y ligero,
con el alma en paz
y sin fantasmas ni remordimientos.
III
En mis pupilas
el reflejo de la pleamar
- amor mío -
imperioso me llama.
Abrazame, bésame
y no me llores;
porque yo sé que al partir
con esta marea insondable...
¡Renaceré para volverte amar!