Este espejo insensible
- como todos los
espejos del mundo -
solo
refleja esta piel otoñal,
estas retinas cansadas pero sabias,
estas canas
que nievan sobre mis sienes
y esta mirada inquisidora pero serena.
¡Solo refleja una imagen... una apariencia!
Esa máscara que el
tiempo
- inexorablemente -
ha ido esculpiendo a lo largo de los años
- inexorablemente -
ha ido esculpiendo a lo largo de los años
y de la
que, por más que quisiera,
no he podido ni podré nunca escapar.
La misma que me hace reflexionar
sobre la muestra indeleble de mi presente,
la huella irrenunciable de mi pasado
y la rosa amarilla de mi cercano otoño.
Este espejo, como cualquier otro,
hoy me muestra la huella palpable que han dejado
las heridas orgullosas de mis tiempos idos:
sean por los desmanes incontrolables y egoistas
de mi desvaríos juveniles y hedonistas;
o por los sufrimientos, alegrías y lecciones
de mis momentos densos y cimeros.
No hay revelaciones escandalosas
- que ya no sepa -
hoy me muestra la huella palpable que han dejado
las heridas orgullosas de mis tiempos idos:
sean por los desmanes incontrolables y egoistas
de mi desvaríos juveniles y hedonistas;
o por los sufrimientos, alegrías y lecciones
de mis momentos densos y cimeros.
No hay revelaciones escandalosas
- que ya no sepa -
de mis más
ocultos y mudos secretos.
Esa verdad irrenunciable que,
solo cuando me miro perplejo
solo cuando me miro perplejo
en la pacífica
marea de tus ojos miel,
aflora plácida, amorosa y diáfana
desde lo más recóndito del alma.
No hay reproches
desde lo más recóndito del alma.
No hay reproches
a una vida que he vivido
- lo confieso -
intensa y plenamente.
¡Y mucho menos renegar
de esta imagen crepuscular,
tan veraz como nítida,
hoy reflejada en este espejo!
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