I
Ha muerto.
Pero no su conciencia.
Ha muerto
porque decidió ser libre.
Libre como los devenires
del alba y el ocaso.
Ha muerto ultimado
por el desprecio al desprecio
por la intrascendencia.
desnudo de apegos,
de máscaras y etiquetas.
Y se ha llenado de la humildad
que brota incontenible
desde su imperiosa unicidad.
¡Se encontró a sí mismo
cediendo al llamado de la divinidad!
II
Su espíritu
le demandaba la muda de piel
le demandaba la muda de piel
y su elevación
al plano del iluminado.
al plano del iluminado.
Le pedía
horizontes luminosos
horizontes luminosos
sin cadenas, dudas ni compromisos.
Le exigía
las bellezas de los misterios
las bellezas de los misterios
y las honduras del descubrimiento.
¡Construir su fe, su esperanza y su final!
¿Acaso no es libre el espíritu que
- para perdonar -
ha entendido que primero
se debe perdonar a sí mismo?
- para perdonar -
ha entendido que primero
se debe perdonar a sí mismo?
¿Acaso hay culpa
- si acaso existiera -
en querer y saber amar?
- si acaso existiera -
en querer y saber amar?
Sí, ha muerto.
Y en él se proclama
el triunfo de la sabiduría.
¡Y ahora es lámpara y camino
Y en él se proclama
el triunfo de la sabiduría.
¡Y ahora es lámpara y camino
que ilumina tanta oscuridad!
Porque ya sabe que no hay condenas
- ni penitencias -
por superar la cotidianeidad del existir.
Porque - iluminado - comprendió que,
vibrando con el eco del palpitar del cosmos,
se define su trascendencia y lo umbilical
de la vida, el amor, la libertad y la dignidad.
¡El elegido, el maestro de los ojos de miel,
- ni penitencias -
por superar la cotidianeidad del existir.
Porque - iluminado - comprendió que,
vibrando con el eco del palpitar del cosmos,
se define su trascendencia y lo umbilical
de la vida, el amor, la libertad y la dignidad.
¡El elegido, el maestro de los ojos de miel,
al fin se encontró
caminando su vereda y su inmortalidad...!