Se suceden,
a pedacitos de tiempo,
los minutos, los días
y, tras ellos, la vida.
Con cada suspiro dejado
a lo largo de la vereda,
se deshoja una huella,
una lágrima o un recuerdo.
Cada latido,
cada sonrisa, cada mirada,
cada beso y cada amor
celebrando su existencia.
¡Bienaventurados seamos todos
¡Bienaventurados seamos todos
los que hemos sido peregrinos!
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