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martes, 22 de julio de 2014

CONSEJO A UN AMIGO


I

Escúchame, amigo,
porque tengo mucho que decirte.
He querido tantas veces sentarme
a tu lado y conversar contigo.
Se de tu anhelo
- ese que te carcome el alma -
de vivir otros atardeceres
y recorrer otros caminos.
Crees que vives una rutina,
y que eres prisionero
de tu sacrificio y tu entrega.

Añoras aventuras, emociones
y las luces y candilejas
que pululan en el mundo;
y crees que tienes derecho
a vivir tus desvaríos
rompiendo las ataduras
que te encadenan al hastío.

Quieres alcanzar las cimas
y bailar y reir en las colinas,
navegar las islas y caminar las playas
de la mano de amores fugaces,
esos que no dejen huellas
ni en tu piel ni en tus memorias.

Cantar en los anocheceres
y amar hasta los amaneceres,
visitar los lechos de divas y reinas
y olvidar sus miradas y caricias
cuando te despierte la marea.

Créeme, amigo mío,
lo se porque lo he vivido.
Corrí de un lado a otro las veredas
y creí llenar mi vida con amores incontables.
Algunos los olvidé
y a muchos otros los creí eternos
pero, al final, ninguno soportó el paso del tiempo;
y lo único que me dejaron
fue una amarga soledad y un profundo vacío.

Dejé pasar la oportunidad
de ser un hombre completo;
y de amar hasta la locura
solo porque nunca quise
comprometer mi libertad,
esa que muy tarde comprendí
que no era más que egoísmo y vanidad.

II

No abracé los amores inocentes
de mis hijos cuando me lo pidieron,
ni escuché los reclamos de la única mujer
que me dio su amor sin condiciones,
porque siempre estuve ausente
persiguiendo el sueño
de un paraíso que devino en infierno.

Se que vives con la desesperanza
de creer que nunca alcanzarás tus sueños;
y que nunca vivirás esas quimeras
que has creado en tu mente
porque te obligas a una mujer,
con la que discutes en las mañanas,
pero que amas en las noches
después de haber acostado a tus hijos.

¡Yo daría todas y cada una
de las mentiras con las que engañé la vida
por vivir, aunque fuese por un momento,
esa verdad que tú vives!

¡…Y sentirme pleno
al lado de alguien
a quien ame y que me ame…!

III

Lo que yo viví es una condena
y es la razón por la cual te pido
que no cambies un camino
en el que llevas tu redención.
Haz caso de mi consejo
y no imites ni mi soberbia ni mi pena.

Escúchame, amigo,
vive tu presente y destino
a plenitud y con orgullo,
porque llegarán momentos
en los que será invaluable
el no ser víctima de la soledad.

Yo hubiese querido que alguien
me hubiera hablado
como hoy yo te he hablado:
con el alma en la mano
y la verdad en la mirada.


Tal vez no tendría esta angustia
de caminar las últimas jornadas
añorando de alguien un recuerdo
y de todos… ¡el perdón!




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