¡Fui yo!
¡El culpable...
fui yo!
Idas y venidas.
Ausencias y reencuentros.
Nunca el compromiso,
nunca la entrega ni la confesión.
Reconozco mi soberbia
al no querer cambiar,
a pesar de tus ruegos
tu resiliencia y resignación.
Hoy todo esto me abruma
con el peso del remordimiento.
Un calvario de melancolía,
culpa y soledad
que azotan una vida ya vivida
y que hoy añora
aquel amor que no supo vivir.
¡Sí!
Fui yo...
El único culpable
por este vacío angustioso
en el que ahogo
un egoísmo sin redención...
¡Soy yo!