¡Tantas
olas navegadas
y
tantos puertos visitados!
Tantas
veces que el destino,
con
sus idas y venidas,
me
trajo frente a la puerta
de
un hogar que me esperaba.
Hoy,
cansado del peregrinar,
he
vuelto a detenerme
-
expectante -
frente
a esa puerta aún abierta.
Pero,
al llamar tu nombre,
me
han contestado
-
imperiosos -
el
tiempo, la soledad y la tristeza.
¡Tantas
palabras ahogadas
en
la hoguera del silencio!
¡Tantas
súplicas ignoradas
por
un egoísmo aventurero!
El
mismo devenir,
que
me acercaba
o
me alejaba de tu lado,
me
ha traído
-
irremediablemente -
ante
la vieja puerta abierta
de
una casa abandonada
-
solitaria -
y llena
de tu ausencia...